
Discapacidad | 14 may 2025
Atletismo
Franco Romero: cuando el corazón corre más fuerte que cualquier pronóstico
Desde que eligió el atletismo adaptado, Franco Romero, un joven de 18 años con síndrome de Down, no ha parado de cosechar medallas y admiración. Pero más allá de los podios, lo que realmente lo distingue es la alegría con la que entrena y compite. Basta con verlo en la pista para entender que ahí es donde se siente pleno.
A Franco, que vive en Miguel Lanús, le diagnosticaron un ductus a los nueve meses y fue sometido a una operación. Los médicos no eran optimistas: aseguraban que nunca podría caminar, mucho menos practicar deportes. Sin embargo, el tiempo se encargó de desmentir todos esos pronósticos. El año pasado, participó por primera vez en los Juegos Evita en Mar del Plata y brilló. Se colgó medallas de oro y plata en las tres disciplinas en las que compite: salto en largo, lanzamiento de bala y velocidad en pista, su preferida. Desde entonces, sus compañeros lo apodaron “Colapinto”, como el piloto de Fórmula 1, por su velocidad deslumbrante. Cuando entra a la pista, todo a su alrededor desaparece: corre, y lo hace con alma y convicción.
Su mamá, Vanesa Galeano, lo acompaña a cada entrenamiento en el Cepard, donde Franco entrena todos los martes y jueves con admirable responsabilidad. El viaje, que implica atravesar dos terminales de transferencia, les toma una hora y media, pero nunca es un impedimento. “Hace 18 años tener un hijo con síndrome de Down era escuchar que no podían hacer nada. Me pasó que no me lo querían aceptar en escuelas comunes o privadas”, recuerda Vanesa. “Pero yo lo dejé ser, que me demuestre lo que puede o no puede hacer. Él eligió su camino”. Franco comenzó con fútbol, como su hermano mayor —que ataja en Crucero del Norte—, pero cuando vio a unos atletas correr, algo se encendió en él. Probó con el atletismo y no hubo vuelta atrás. También juega futsal, donde se destaca por su destreza y entusiasmo.
Durante los Juegos Evita, Franco fue observado por representantes de la Federación Argentina de Deportes para Atletas con Síndrome de Down (FADASD). Tras evaluaciones, quedó seleccionado y hoy es el único atleta misionero que forma parte de esa federación nacional. Pero esa alegría coincidió con un momento familiar muy difícil: su papá estaba internado en Buenos Aires tras haber sufrido el rechazo de un trasplante de corazón. Vanesa tuvo que viajar con él, y sus tres hijos —Franco, Mirko (19) y la más pequeña (9)— quedaron al cuidado del hermano mayor, que asumió el rol de sostén en casa. En Mar del Plata, Franco estuvo acompañado por su profesora, Romina Marín, quien fue un pilar emocional.
"Franco preguntaba siempre por su papá, decía '¿Azó papá?', quería saber si había llegado el corazón. A veces lloraba, pero seguía entrenando y mostraba con orgullo sus medallas”, cuenta Vanesa, emocionada. El trasplante finalmente llegó. “Fue un momento muy duro. El primer corazón fue rechazado y el segundo tardó, pero llegó. Desde Buenos Aires seguíamos cada competencia de Franco por WhatsApp. Y justo ahí recibimos la noticia de que había sido elegido por la Federación. Fue una caricia al alma”, rememora. Hoy, Franco entrena con vistas a nuevas competencias: en abril viajó a Mercedes (Buenos Aires) y a fines de este mes participará en un torneo en La Rioja. Asiste al Instituto de Atención Integral Misiones (IAIM), donde recibe acompañamiento educativo y puede faltar a clases los días de entrenamiento.
Romina Marín, su entrenadora de atletismo adaptado en Posadas desde hace dos años, lo acompaña a cada competencia y se ha convertido en una figura clave para él. “Al principio tenía miedo porque era todo nuevo para mí, pero hoy siento que es una experiencia única y hermosa. Ellos me enseñan todos los días”, asegura. Romina celebra que Posadas impulse el deporte adaptado, aunque reconoce que aún falta mayor apoyo docente. “A veces, por desconocimiento, la gente se queda mirando raro. Pero estos chicos tienen todo el derecho de disfrutar del deporte. Son únicos, alegres, compañeros. Se merecen todo”, afirma. Franco, con su sonrisa, velocidad y tenacidad, demuestra cada día que no hay límites cuando es el corazón el que marca el ritmo.
Fuente: El Territorio (Misiones)


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