viernes 07 de noviembre de 2025 - Edición Nº2529

Social | 5 nov 2025

María Elena Medina: una nueva vida que empezó en una sala de trasplante

A los 40 años, María Elena Medina llegó a los Juegos Bonaerenses con la determinación de quien conoce el valor de cada paso. Oriunda de Isidro Casanova, llevó la bandera de La Matanza con orgullo y una historia que trasciende el deporte: su recorrido incluye casi siete años de diálisis, un trasplante de riñón y una transformación personal que convirtió la marcha atlética en una herramienta de resistencia y renacimiento.


María Elena no se formó en los deportes tradicionales. Durante la secundaria, las propuestas escolares no lograron interpelarla y, con el tiempo, descubrió que la actividad física que mejor acompañaba su cuerpo y su ánimo era el movimiento individual. Primero fue la caminata, luego la marcha atlética, disciplina que le permitió explorar ritmos, distancias y sentidos más profundos: avanzar contra uno mismo, sostener el esfuerzo, resistir.

Ese concepto de resistencia había aparecido mucho antes. Durante los años que atravesó la diálisis, el cuerpo y la mente debieron adaptarse a una rutina marcada por el dolor, los tiempos médicos y la espera. En ese período estudió periodismo, y más adelante avanzó en la carrera de literatura. La palabra se convirtió en un modo de comprender lo vivido y de narrarlo a otros.

Su proceso de trasplante fue un punto de quiebre emocional: una nueva oportunidad de vida ligada a la decisión solidaria de una familia donante. Ese renacer redefinió sus prioridades: viajar, volver a disfrutar de encuentros, acompañar a quienes todavía esperan un órgano y demostrar que la vida después del trasplante puede ser plena.

La marcha atlética se consolidó entonces como práctica y como metáfora. La disciplina exige velocidad, técnica y control, pero también una persistencia que se construye paso a paso. Para María Elena, esa misma lógica orienta la recuperación, el entrenamiento y el estar viva.

Su participación en los Juegos Bonaerenses se inscribe en un proceso mayor: la incorporación de la categoría para atletas trasplantados dentro de la competencia. Un logro que no sólo abre espacio deportivo, sino que habilita reconocimiento, pertenencia y visibilidad para quienes transitan o transitaron una enfermedad crónica.

Representar a La Matanza tuvo para ella un sentido especial. Allí creció, estudió y hoy también enseña. Allí también encontró apoyo para entrenar y continuar su recorrido hacia nuevas metas, entre ellas su preparación para el Mundial de Trasplantados en Newcastle, Inglaterra.

María Elena afirma que quienes reciben un trasplante cargan una medalla simbólica incluso antes de competir: la de haber recibido una segunda oportunidad. En su caso, esa nueva vida se convirtió en impulso, identidad y mensaje. Su historia recuerda que el deporte puede ser también un puente hacia la reconstrucción, la expresión y la celebración de lo posible.

Fuente: Comunicacionsocial.org.ar

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