
Otros | 26 ago 2025
Tenis
Corina Morariu, la tenista que convirtió la adversidad en su mayor triunfo
Corina Morariu encarna una de las historias más inspiradoras del deporte mundial. Su nombre quedó grabado no solo por alcanzar el número uno en el ranking de dobles o por alzar dos trofeos de Grand Slam, sino porque a los 23 años enfrentó una leucemia que amenazó con detener su vida y transformó esa lucha en un símbolo de esperanza.
Nacida en Detroit el 26 de enero de 1978, hija de inmigrantes rumanos, creció bajo la guía de su padre, médico y extenista, quien la orientó desde sus primeros pasos. Su disciplina y pasión por el tenis la hicieron debutar como profesional a los 16 años, en 1994. Aunque en singles llegó al puesto 29 del ranking y se consagró en Birmingham en 1998, su verdadero brillo lo alcanzó en el dobles, donde desplegó su instinto en la red junto a grandes figuras como Monica Seles y Lindsay Davenport.
El gran despegue llegó en 1999: junto a Davenport conquistó Wimbledon en dobles femeninos, victoria que la catapultó a la élite. Un año después escaló a la cima del ranking mundial, y en 2001 sumó otro título de Grand Slam al vencer en el Abierto de Australia de dobles mixtos con Ellis Ferreira. También defendió con éxito a Estados Unidos en la Copa Federación.
Pero en pleno auge de su carrera llegó el golpe más duro: en 2001 le diagnosticaron leucemia mieloide aguda. La noticia, según confesó después, fue “como ver desmoronarse todo lo construido en cuestión de segundos”. La quimioterapia puso a prueba su fortaleza, pero encontró sostén en su familia y en amistades inquebrantables, como la de Davenport, que la acompañó de cerca en cada etapa del tratamiento.
Contra todos los pronósticos, regresó al circuito en 2003. Entre 2004 y 2006 ganó seis títulos más en dobles —tres junto a Davenport— y llegó a la final del Abierto de Australia 2005. Sin embargo, las secuelas físicas la obligaron a retirarse en 2007. Su legado deportivo quedó marcado por 13 títulos WTA en dobles, dos Grand Slam y el privilegio de haber sido la mejor del mundo.
Tras colgar la raqueta, su vida tomó un rumbo distinto pero igual de trascendente: se convirtió en embajadora de la Leukemia & Lymphoma Society, impulsando la investigación y ofreciendo aliento a quienes transitan la misma enfermedad. En 2009 publicó su autobiografía Living Through the Racket, un testimonio de cómo el cáncer redefinió su destino y le enseñó que las victorias más profundas no siempre se celebran en una cancha.


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