
Otros | 31 jul 2025
No encontró el gol, pero encontró a Dios
Chase Hilgenbrinck fue una de las grandes promesas del fútbol juvenil estadounidense. Con apenas 17 años, ya vestía la camiseta de las selecciones formativas de su país y proyectaba una carrera ascendente. Sin embargo, años más tarde y con solo 26, tomó una decisión que desconcertó al mundo del deporte: dejó el fútbol profesional para convertirse en sacerdote.
Nacido en Quincy, Illinois, Hilgenbrinck creció entre dos pasiones que marcaron su vida: el fútbol y la religión. Desde chico, encontró en ambas un equilibrio vital que lo acompañó durante toda su formación. El talento futbolístico lo llevó a destacarse rápidamente, pero su fe nunca estuvo ausente.
Ante la falta de oportunidades concretas en el fútbol estadounidense, en 2005 tomó un rumbo inesperado y cruzó a Sudamérica en busca de continuidad. Fue en Chile donde vivió su mejor etapa como jugador profesional: primero con la camiseta de Huachipato y luego en Ñublense, donde alcanzó un rendimiento destacado y se ganó el respeto de la liga local.
Sus actuaciones en el fútbol chileno captaron nuevamente la atención de los clubes de su país natal. Así, en 2008 regresó a Estados Unidos para sumarse a la Major League Soccer, donde vistió las camisetas del Colorado Rapids y del New England Revolution. Pero cuando parecía que su carrera comenzaba a consolidarse, sorprendió al anunciar su retiro.
El llamado que cambió su vida
Aquel año, con solo 26 años y todo un futuro por delante, Chase Hilgenbrinck colgó los botines para seguir una vocación más profunda: la del sacerdocio. Ingresó al seminario Mount St. Mary’s, donde se formó espiritualmente, y desde entonces se dedica a llevar la palabra de Cristo en distintas comunidades de Estados Unidos.
Lejos de los estadios, su misión ahora transcurre en los templos y en las calles. Hilgenbrinck transformó su vida radicalmente, eligiendo el camino de la fe sobre los aplausos del fútbol. Su historia es la de un hombre que, en pleno auge deportivo, decidió escuchar el llamado interior y consagrarse a algo más grande que la gloria deportiva.


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