
Discapacidad | 26 jul 2025
Futbol
La historia del atleta que encontró su mejor marca en el corazón de los otros
A sus 48 años, Alejandro Maldonado sigue corriendo, aunque ya no lo haga sobre una pista ni en silla de ruedas. Su impulso ahora está enfocado en otro tipo de metas: transformar la vida de chicos con discapacidad a través del deporte. Como presidente de la Fundación Argentina Inclusión y Deporte, lidera proyectos que promueven el desarrollo físico, emocional y social de jóvenes, especialmente mediante el fútbol en andadores.
“Después de tantos años compitiendo en un deporte individual, sentí la necesidad de devolver lo que el deporte me dio”, afirma mientras observa con orgullo un festival de fútbol en andadores, una de las tantas actividades que impulsa su fundación.
Maldonado es un nombre de peso dentro del deporte adaptado argentino. Su historia se forjó a partir de enormes desafíos: nació con una discapacidad, enfrentó 32 cirugías y una amputación, y a los 11 años comenzó a correr en silla de ruedas en el Instituto INAREPS de Mar del Plata. Fue allí donde un entrenador reconoció su potencial y lo encaminó hacia una carrera que lo llevaría a la élite paralímpica.
En 2004, tras ser convocado por el entrenador nacional Beto Rodríguez, clasificó a sus primeros Juegos Paralímpicos en Atenas. Luego vendrían Beijing 2008 —donde quedó cuarto en una final frente a 90 mil personas— y competencias internacionales como el Mundial de Dubái. Sin embargo, más allá de sus logros deportivos, lo que distingue a Maldonado es su forma de ver la vida. “Siempre les digo a los chicos que los sueños no se cumplen, se entrenan. En el deporte, en el trabajo o en la vida. Yo entrené muchos años para que mis sueños se hicieran realidad”, reflexiona.
Con esa convicción fundó hace tres años una organización que hoy incluye a más de 50 chicos con secuelas de parálisis cerebral practicando fútbol en andadores. Pese al crecimiento de su proyecto, Alejandro no deja de señalar las deudas pendientes: “Falta infraestructura, falta visibilidad, falta apoyo. En mi infancia, mientras cuidaba autos para ayudar a mi familia, soñaba con oportunidades que no tuve. Hoy trabajo para que ningún chico tenga que pasar por eso”.
Maldonado vive con intensidad cada jornada. Su frase de cabecera lo resume: “La vida tiene tres días, y ya pasaron dos. No hay tiempo para perder”. Su presente ya no está en las pistas, pero sigue marcando récords invisibles: los de la empatía, el compromiso y la transformación social a través del deporte.
Fuente: Bacap (Mar del Plata)


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