sábado 26 de julio de 2025 - Edición Nº2425

Otros | 9 jul 2025

Rugby

Rugby, prejuicios y una violencia que nos atraviesa a todos

El reciente hecho de violencia ocurrido en un partido entre el Jockey Club de Salta y Tigres Rugby Club reavivó un debate que parece no agotarse: ¿el rugby es un deporte violento por naturaleza o estamos siendo testigos de un problema social más profundo que atraviesa a todas las disciplinas?


Las imágenes del ataque —tanto dentro como fuera de la cancha— son inaceptables, y no hay argumento válido que pueda justificarlas. La violencia, venga de donde venga, debe ser sancionada de forma ejemplar. Pero también debe ser comprendida en su contexto real: no se trata de un problema exclusivo del rugby, ni mucho menos. Basta con mirar alrededor. Las peleas, agresiones físicas, insultos a árbitros y amenazas entre hinchadas se repiten cada fin de semana en canchas de fútbol, hockey, básquet o hasta en torneos infantiles. La violencia no es del rugby; es de una sociedad que muchas veces naturaliza el exceso, la agresión, el insulto y la impunidad.

Cargarle al rugby el estigma de deporte violento, como hacen muchos comentarios en redes sociales, es una simplificación que impide abordar el verdadero problema. Porque al señalar únicamente al rugby, dejamos fuera a cientos de situaciones similares que suceden en otros ámbitos deportivos. Y lo que es peor: cerramos la posibilidad de mejorar lo que sí se debe cambiar.

El rugby —como cualquier otro deporte— no está exento de conflictos ni de personas que transgreden normas. Pero también es un deporte donde miles de chicos y chicas entrenan, compiten y crecen en un marco de camaradería, disciplina y valores compartidos. Reducirlo todo a un puñado de hechos lamentables es injusto para quienes construyen día a día un espacio de respeto y aprendizaje.

¿Hay cosas que revisar? Sin dudas. ¿Hace falta que clubes, uniones y jugadores trabajen más en la prevención y la sanción de actos violentos? Por supuesto. Pero esa tarea no es exclusiva del rugby: debe abarcar a todo el deporte argentino. Desde las divisiones infantiles hasta la alta competencia.

Se necesitan sanciones claras, educación emocional, formación ética y un cambio cultural. No alcanza con prohibir el ingreso a una cancha. Hay que enseñar, acompañar y construir entornos deportivos seguros, donde la pasión no se confunda con agresividad. Porque la violencia no es un deporte. Y erradicarla es tarea de todos.

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