
Triatlón | 14 oct 2024
¡Al Mundial de Triatlón!
La historia de cómo una madre de 47 años, sin experiencia previa en competencias deportivas de larga distancia, se lanzó al desafío del triatlón. Desde su primera media maratón hasta su clasificación al Mundial Age Group en Málaga, España, este recorrido nos muestra que la constancia, el esfuerzo y el disfrute pueden derribar cualquier barrera. Un relato de aprendizajes, miedos superados y la satisfacción de alcanzar lo impensado.
¿Cómo llegué al Mundial de Triatlón? Todo comenzó de una manera muy especial y para nada premeditada, cuando empecé a preparar mi primera media maratón en junio de 2023. Ese fue el puntapié inicial. Ahí se instaló en mí la idea de trabajar en objetivos deportivos, algo que nunca me había sido ni familiar ni fácil, y que recién a mis 47 años logré desarrollar.
Empecé a preparar esos 21K con una amiga, y fue en ese proceso de más de dos meses que me fui dando cuenta y sintiendo que era capaz de lograrlo.
Solo para dar una idea de cuál era mi punto de partida: seis meses atrás no era capaz de correr ni 5 km sin parar.
La disciplina de cumplir con el plan de trabajo y los objetivos semanales me enseñó a adaptarme a los imprevistos, mientras mantenía en mente el objetivo de correr esos 21 km a un ritmo sostenido y desafiante. Cuando en agosto de 2023 lo logré, crucé la meta con una gran sonrisa de felicidad, satisfacción y, sobre todo, una nueva sensación de confianza, de que podía ir por más.
Luego vino el momento de correr mi primer triatlón en distancia olímpica. Ya había hecho un triatlón sprint, y las buenas sensaciones que me dejó la media maratón me impulsaron a ir por el IronMan 51.50 que se corría en Buenos Aires en septiembre de ese mismo año. Esta vez, si bien tuve sensaciones variadas y no la pasé nada bien en el agua, terminé la prueba, lo cual significó un gran logro para mí, y sobre todo, un nuevo gran disfrute. El disfrute ha sido y será el factor clave en lo que vendría luego.
Llegó noviembre, y en un ataque de "locura y mar de endorfinas", me anoté en el IronMan 70.3 de Punta del Este. Y aquí empezó el baile, aquí la historia cambia.
El 70.3 es medio IronMan y esto ya es cosa seria para cualquiera que sepa de qué se trata: 113 km combinando 1900 metros de natación, 90 km de ciclismo y, para terminar, una media maratón. La preparación del 70.3 estuvo llena de dudas, incertidumbres y dolores por lesiones, que hicieron que llegara el día de la carrera con más miedos que certezas. Recuerdo estar parada en la línea de largada y querer salir corriendo, pero en la dirección contraria y no volver.
Todas esas sensaciones duraron hasta que sonó la chicharra. Fue ahí cuando mi cerebro activó todo lo aprendido y entrenado durante meses: los sacrificios, los esfuerzos, las mañanas frías y lluviosas sin aflojar, los fines de semana dedicados a kilómetros de bici y subidas detestables, todo por cumplir el plan y mantener el foco en el objetivo.
Los miedos desaparecieron y apareció el disfrute. Disfruté los 90 km de bici e incluso los 21 corriendo que vinieron después. Aún recuerdo a mis amigas que desde afuera me preguntaban si todavía lo disfrutaba, y mi respuesta fue un rotundo ¡SÍ! con una sonrisa enorme, que se hacía más grande cada vez que veía un fotógrafo. Alguien me dijo alguna vez: "¡Lo que sea que hagas, que sea sonriendo!" Y esa frase me quedó grabada, y así fue.
Terminé ese 70.3 llorando de emoción, como me vuelvo a emocionar ahora mientras escribo. En la meta estaba esperándome Sebas (mi marido), quien ya había terminado, y gran responsable de que esté en este deporte. Ese día era nuestro aniversario número 32 y no puedo imaginar mejor manera de celebrarlo. Todos mis miedos habían desaparecido; confié en todo el trabajo realizado y el resultado fue maravilloso.
Toda esta introducción tiene una razón de ser. Hoy estoy camino al Mundial Age Group de la World Triathlon en Torremolinos, Málaga, un cupo que gané por haber salido primera en mi categoría en el Campeonato Uruguayo de Triatlón. Decidí completar el campeonato ya que estaba preparando el 70.3 de Punta del Este, y como Sebas también lo correría, me pareció una buena forma de ponerme este objetivo y hacer los entrenamientos con conciencia.
El campeonato uruguayo se desarrolla a lo largo del país en diferentes ciudades, con distintas distancias en cada fecha, y por suerte pude correr casi todas, sumando el puntaje que al final me posicionaría como primera en mi categoría.
Haberlo hecho y completado fue un nuevo aprendizaje que me aportó muchas experiencias. Cada carrera fue un nuevo desafío, todas me enseñaron algo, y hoy, mirando en retrospectiva, puedo decir que fue el cuarto eslabón en mi camino al Mundial, y no por eso menos importante.
En abril terminó el campeonato, y me enteré de que había quedado primera en mi categoría, pero fue recién en mayo de este año que recibí un correo de la Federación Uruguaya de Triatlón, informándome que ese primer puesto me daba una plaza para participar en el Mundial Age Group de la World Triathlon Association (algo así como la FIFA del triatlón).
Esto fue una verdadera sorpresa. Yo no tenía idea de que existía esa posibilidad mientras competía en el campeonato, así que me tomó completamente desprevenida. Al mismo tiempo, me preocupó un poco, ya que la noticia llegó justo cuando estaba lesionada y sin poder correr, como consecuencia de la carga física que había acumulado para terminar el 70.3 y el campeonato. Recuerdo el dolor que sentía en los últimos kilómetros de la última fecha, en abril, y solo pensaba: "¡Vamos, que esto es lo último, termina el campeonato!"
Y aquí estoy. En junio volví a correr. Por suerte, durante todo este tiempo pude seguir con la bici y la natación, lo que me facilitó volver a correr y recuperar la forma.
Este camino es un continuo aprendizaje. Personalmente, creo que ha sido un desafío. A veces miro hacia atrás y me cuesta creer todo lo que hice y de lo que soy capaz. Me gusta y me sorprende ver cómo la disciplina y la constancia hacen su trabajo día a día, operando en silencio y fortaleciendo la mente de manera inconsciente. Para mí, formar parte de un equipo ha sido clave para mejorar y superarme.
Todavía me cuesta mucho ser constante en ocasiones, pero voy aprendiendo a escuchar mi cuerpo, a reconocer cuándo debo prestar atención a algo o cuándo se trata de simples excusas. Hoy me encuentro llegando a Málaga para competir en un Mundial, y me parece un sueño, algo surrealista por momentos. Confío en el trabajo que hice y me entrego a la experiencia, para disfrutar de un evento único en el que tengo la dicha de participar.
-Escrito por la triatleta argentina Bárbara Rueda


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