Ricardinho viene de ganar su cuarta presea de los Juegos Paralímpicos en Tokio; 16 años en el máximo nivel y él sigue sin dar síntomas de cansancio. Asegura que mientras Dios le preste salud seguirá dentro de la cancha al lado de su mejor amiga, la bocha. “Agradezco a Dios por darme salud para trabajar, por darme a unos grandes compañeros y por la historia que he construido en el futbol de ciegos. Estoy pleno, feliz, pero tengo que estar enfocado para continuar representando a Brasil”, exclama lleno de orgullo.
Sus palabras dimensionan el papel del atleta adaptado en una nación golpeada económicamente los últimos años. Y es que a diferencia de muchos países, en Brasil es política pública el deporte para personas discapacitadas; allí, los logros de Ricardinho son comparables con los de la selección de futbol convencional.
Tal vez mucho ayuda a eso el haber ganado en 2016 la medalla de oro del futbol para ciegos en casa, donde el “10” marcó el gol para batir a Irán en la final. “Para muchos en Brasil nosotros somos los verdaderos representantes del país porque nos entregamos al máximo y eso es muy bueno escucharlo porque acaba siendo una motivación para nosotros para seguir en todo esto”, comparte antes de sonreír y retirarse con la misma clase con la que va sobre la cancha.